"Devil take the hindmost" Edward Chancellor (1ª ed. 2000)

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Como no podía ser menos, tras la crisis del 97 acabó por prohibirse el propietary trading, se restringió el número de brokers y se les sometió a una estricta regulación. La crisis de 1697, pues de esta es de la que estamos hablando, fue la primera crisis económica, según Edward Chancellor, causada fundamentalmente por la especulación, ya que la tulipomanía holandesa que tuvo lugar sesenta años antes no tuvo un impacto importante en la economía real.

Desde entonces siempre ha sido distinto porque siempre ha sido lo mismo: innovaciones (reales y no tan reales) y cambios en las condiciones productivas, expectativas de beneficio cada vez más exorbitadas, recurso al apalancamiento, especulación dirigida por los verdaderos beneficiarios (insiders), manipulación de los medios de comunicación para expandir la euforia, captación de los ahorros de un número cada vez mayor de incautos, un pequeño incidente que actúa como detonante y una explosión incontrolada de pánico que se lleva por delante una cantidad impresionante de riqueza.

El libro de Chancellor pretende ser una historia de la especulación financiera y lo logra. Está escrito desde un profundo conocimiento de los fundamentos de las finanzas del capitalismo, y con una erudición que solo es posible mediante la utilización de multitud de fuentes (secundarias, necesariamente, dada la amplitud del tema abordado).

En una primera lectura, más ligera, podemos disfrutar de numerosas curiosidades que no dejan de ser significativas, como el hecho de que el vocablo 'broker' a mediados del siglo XVII tuviera una sola acepción: proxeneta. Son también reseñables los peculiares mecanismos contables que posibilitaron que a mediados de los 80 en Japón las subidas en bolsa de sus corporaciones industriales se retroalimentara indefinidamente,  gracias a la existencia de participaciones cruzadas y la normativa que permitía reflejar en sus balances los aumentos de valor de las mismas y no les obligaba a reflejar las pérdidas.

No menos interesante es la narración del caótico desarrollo del ferrocarril en el Reino Unido, consecuencia de un proceso especulativo en el que una nueva línea no era más que el subproducto, siendo el objetivo principal la atracción de cantidades ingentes de dinero procedentes de ávidos inversores de todas las clases sociales, y la revalorización brutal de los terrenos adquiridos por los promotores junto a la nueva línea.

Pero lo más reseñable del libro son las ideas que a lo largo del mismo aparecen como hilo conductor. La primera es sin duda, la especulación como actuación consustancial al ser humano y fenómeno no solo económico, sino también social y psicológico. Con la avaricia como motor y la euforia como estado de ánimo resultante de las primeras etapas del proceso, la especulación no tarda en convertirse en un fenómeno con dinámica propia. Como última etapa de la euforia especulativa, de acuerdo con el esquema de Minsky, aparece el pánico.

Una segunda idea fundamental es que .... esta vez es diferente. Generación tras generación el público siempre está preparado para aceptar que esta vez será diferente. De hecho no podrían repetirse situaciones tan idénticas en lo sustancial si no hubiera un sentimiento generalizado que impidiera reconocer el patrón. El paralelismo entre la proliferación de periódicos especializados en ferrocarriles durante la manía británica de 1848 y los foros de inversión en internet durante el boom de las .com de los 2000 sería cómico si no fuera por las serias consecuencias que tuvieron sobre la fortuna y las vidas de tantas personas.

Al pánico sucede en muchos casos la recesión y el estancamiento, que acaba por dar lugar a un nuevo ciclo de inversión y desarrollo que se convertirá en campo abonado para el optimismo, el desarrollo del crédito y un sentimiento renovado de asistir al nacimiento de una nueva era, distinta de todas las anteriores.

Una tercera constante es que durante los episodios especulativos se crean y destruyen fortunas, pero de una forma asimétrica. Sea durante la edad dorada en USA, la manía del ferrocarril británica o el boom japonés, por no hablar del muy esclarecedor rescate del Long-Term Capital Management o el más reciente del sistema financiero anglosajón en su práctica totalidad, durante la fase de auge el grueso del enriquecimiento se concentra en muy pocas manos, mientras que en la fase de pánico se recurre a fondos públicos para intentar paliar los efectos sobre el resto del sistema económico.

Si bien es cierto que personas de toda condición aprovechan la fase de auge, en la inmensa mayoría de los casos no consiguen sino ganancias modestas, quedando la mayor parte de los beneficios para los agentes con una posición predominante en el mercado, acceso a información restringida y capacidad para comprar de una manera más o menos descarada voluntades políticas. Paradigmático es el caso japonés de los 80, con una masa de pequeños inversores que consiguió rendimientos muy modestos mientras los índices se disparaban y los magnates financieros y políticos se enriquecían al extremo de convertirse en poseedores de algunas de las mayores fortunas del mundo.

Cuando finalmente se desencadena la hecatombe suele haber algún chivo expiatorio que es castigado con dureza, pero una gran parte de los principales agentes beneficiados salen mucho mejor parados que los pequeños inversores e incluso que aquellos que, sin haber participado del episodio en su fase alcista, se ven condenados a pagar sus costes en términos de ayudas públicas, mayores impuestos, inflación, caída de actividad y aumento del paro.

Destacaría, en cuarto lugar, la connivencia de las autoridades en todas y cada una de las épocas y países, sin excepciones, con los especuladores y sus intereses. Aunque podría pensarse en una connivencia más o menos pasiva, animada por la esperanza de que la riqueza que genere la especulación tenga efectos positivos sobre la nación y se expanda, ya sea de forma indirecta, a un mayor número de sus ciudadanos, la triste realidad es que el móvil más común es el lucro directo y personal de los responsables políticos y reguladores, que no dudan en tomar su parte del pastel. El chivo expiatorio juega a estos efectos un papel de distracción fundamental.

Hay un aspecto que a mi juicio constituye el sexto aspecto destacable que se observa de forma transversal en todos los episodios especulativos: la utilización de las sociedades por acciones, y sus ventajas en cuanto a  responsabilidad limitada de sus socios, y del crédito, que permite un apalancamiento que multiplica los beneficios. Es cierto que una parte significativa de la actividad de una economía moderna sería impensable sin las sociedades por acciones y el crédito, pero es absolutamente imprescindible poner límites en ambos terrenos para evitar que sirvan como combustible de futuros episodios especulativos.

Mención aparte merece un episodio históricamente acotado pero de una singular importancia, por cuanto afecta a nuestro presente y futuro de manera muy directa: el proceso sistemático de destrucción de todos los mecanismos institucionales, políticos, mediáticos, sociológicos y psicológicos que consideraban la especulación como indeseable y la dificultaban.

Este proceso, iniciado por Nixon, desarrollado por Reagan y culminado por Bush, está en la base de la extraordinaria debilidad en que se encuentran las sociedades de mercado avanzadas a la hora de encarar los desafíos que supone el actual caos financiero internacional, que amenazaría con auto perpetuarse si no fuera porque antes se autodestruirá en ausencia de algún mecanismo correctivo, que será necesariamente insuficiente.

La Hipótesis de los Mercados Eficientes aparece a lo largo de todo el libro, que no es sino una monumental demostración del profundo desconocimiento de los mercados y el comportamiento humano que esta hipótesis implica: de todos los comportamientos que se describen en el libro tanto durante las euforias como durante los pánicos, son minoría los que pueden ser calificados de racionales. No obstante esta teoría, muy cuestionada ya en el momento de la elaboración de este libro, resiste incólume como coartada teórica de los que defienden los intereses de la liberalización y la desregulación, necesarias para que la especulación campe a sus anchas.

El autor, habiendo escrito este libro en las postrimerías de la crisis asiática, y una vez parecía haberse reconducido y evitado su impacto sobre la economía real de los países occidentales (no así la del sudeste asiático, fuertemente desestabilizada), huye de toda autocomplacencia y, fiel a su creencia de que nunca es diferente, apunta de qué forma podremos librarnos de una teoría profundamente errónea:
The crisis at Long-Term Capital Management suggested that the final refutation of modern economic theory might only be achieved by an implosion of the financial system

Es probable que esa sea una condición necesaria, pero no parece que sea suficiente...

¿Y si los banqueros arriesgaran su dinero?

El oficio de banquero, tal y como se practica en nuestros días tiene dos vertientes: arriesgar el dinero que los demás te confían (y el que no te confían, y si no véanse los famosos bail-outs o rescates que tantos recursos llevan absorbidos) y no arriesgarte a que les quiten el que ellos han ganado por el camino.

Las sociedades anónimas son, a estos efectos, un excelente instrumento para separar los patrimonios personales de los altos ejecutivos de los avatares por los que puedan pasar las entidades financieras que ordeñan, pero ya hay algunas propuestas para que vuelvan de nuevo a jugarse su dinero .

Desde luego parece mejor idea que las tímidas propuestas en cuanto a capitalización y apalancamiento conocidas como Basilea III y que es lo más a lo que se atreven los gobiernos del mundo

Esta vez es diferente...

según Templeton “The four most expensive words in the English language are ‘This time it’s different‘“.

Hay un libro que recibió excelentes críticas de Reinhart y Rogoff con ese mismo título...

¡Por fin aparecen los culpables de la crisis, y pagarán por ello!

viernes, 2 de julio de 2010
Después de tres años de penurias y sobresaltos, de conmociones sin número, después de cientos de miles de millones de ayudas a entidades financieras de toda laya, de estricto racionamiento del crédito, de tipos de interés ficticios para una liquidez inexistente, de agencias de rating inesperadamente pesimistas, después de todo esto, por fin hay un atisbo de claridad: la culpa es de los asalariados.

La clase trabajadora de los países desarrollados, de natural avariciosa, lleva años disfrutando de un porcentaje de la renta nacional cada vez menor, pero insuficientemente decreciente. Si lográsemos que se redujera todavía más, no hay duda de que todos nuestros problemas económicos desaparecerían.

Al menos este es el diagnóstico de los sacrosantos "mercados" de los que hablábamos en una entrada anterior. No es de extrañar, porque se nos están yendo en salarios unos recursos que los mercados necesitan perentoriamente para que continúe la fiesta.

¡Qué lejos queda el capitalismo fordista, que descubrió como extraer toda la plusvalía posible de los trabajadores convirtiéndolos además en consumidores!. Para aquel modelo las subidas salariales eran una condición necesaria para la expansión del sistema pero, tal y como ilustra frédéric Lordon de forma magistral, surgió un nuevo modelo de capitalismo que podía mantenerse con salarios bajos y decrecientes. Solo era necesario convertir a los consumidores en deudores, y deudores en una escala colosal.

Fue cuestión de tiempo que se descubriera una nueva forma de obtener fabulosas plusvalías sin necesidad de consumidores: bastaba con centrar la actividad en los mercados financieros y obtener fabulosas ganancias con transacciones financieras sin ningún tipo de conexión con el mundo real, y así se llegó al punto en el que estamos, en que es perentorio desproveer a los trabajadores de cuantos recursos sea posible, para poder allegarlos a taponar los agujeros de un edificio financiero en ruinas.

Habrá huelgas, pero también servicios mínimos, quizás no se cumplan, pero habrá poderes políticos los suficientemente inteligentes como para usar estos incumplimientos para demostrar que ... ¡los huelguistas son unos insolidarios!.

¡Como son los pobres, que no son capaces de repartirse las migajas! ¡A ver si aprenden de los ricos, que despedazan el mundo en grandes tajadas y se lo reparten ordenadamente!. ¡Que venda Grecia sus islas!, ¡tasemos los monumentos italianos de cada a un colosal home equity estatal!, ¡Recurra España a lo que pueda (¿prostitución infantil?)!, pero alimentemos al monstruo para que pueda seguir creciendo.

O eso, o cerremos unos mercados que no cumplen con su función de proveer de recursos propios a las empresas, y nacionalicemos unas entidades crediticias que, menos dar crédito, hacen de todo.

"El porqué de las crisis financieras y cómo evitarlas" Frédéric Lordon (1ª ed. 2008)

Fréderic Lordon, ingeniero y economista francés, analiza las causas subyacentes de las crisis financieras que han azotado de forma recurrente a las economías capitalistas.

Lejos de ser fenómenos aislados con motivos dispares, son fenómenos recurrentes con orígenes comunes, y esos orígenes, en contra de la opinión dominante, no son comportamientos inadecuados de un puñado de individuos, sino la resultante necesaria de una lógica maximizadora de los beneficios a cualquier costa.

Como los propios defensores del sistema argumentan, es la avaricia sin límite la que está en el origen de los excesos, pero cualquier agente con una avaricia más limitada sería expulsado del mercado inmediatamente por la competencia que siempre busca la máxima rentabilidad.

Si hay forma de ganar más dinero, por arriesgada que resulte, algunos agentes lo intentarán, y si algunos lo intentan el resto deberán seguirlos, y en la medida en que el comportamiento se generalice, el riesgo desparece como por arte de magia: los preciados activos de alta rentabilidad son objeto de una demanda creciente y sus precios suben como la espuma.

Esta lógica lleva necesariamente a los productos derivados, amplificadores de los rendimientos (positivos o negativos),  al apalancamiento y a la titulización, y provocan un crecimiento "autista y entrópico de las finanzas".

Todo el sistema descansa en definitiva en la creencia de que todo va bien en el mejor de los mundos posibles, y cuando se producen las primeras pérdidas los mismos mecanismos que han permitido acumular colosales beneficios con inversiones ridículas son capaces de convertir cualquier contratiempo que sería asumible en circunstancias normales en una catástrofe global.

La lucidez y sencillez del análisis es muy destacable, las explicaciones de los instrumentos utilizados (CDOs, ABS, ABS de CDOs, CDOs sintéticos, etc) sencillas y completas, y el relato cronológico de los distintos hitos de la crisis hasta el momento de la publicación, excelente. Pero el autor, que podría haberse quedado aquí, da un bendito paso más: propone medidas para corregir la situación, y medidas radicales.

Plantea que el sistema financiero debe medirse por su contribución al sistema económico, muy modesta cuando todo va bien y catastrófica cuando las cosas se tuercen, y que debe ser reducido a su dimensión lógica y fuertemente controlado y disciplinado.

En el capítulo 5, acertadamente titulado "Cambiar todo" se recogen seis principios y nueve propuestas para acabar con las crisis financieras.

Los principios son:


  1. Las finanzas son siervas
  2. El control de los riesgos es una quimera, en necesario reducir severamente la toma de riesgos ab initio
  3. Cuando la burbuja se ha formado, ya es demasiado tarde. Estallará necesariamente
  4. Las regulaciones mínimas a escala internacional, para encontrar un consenso,  no funcionan
  5. Europa es una zona autosuficiente de actividad financiera
  6. Las protestas previsibles de la industria financiera deben considerarse, de antemano, nulas y sin valor

Las propuestas que articula son las siguientes:


  1. Desincentivación (de las conductas de riesgo de los gestores y de la innovación financiera)
  2. Destitulización
  3. Desapalancamiento
  4. Regulación imperativa para todos los operadores no bancarios de las finanzas de mercado
  5. Desapalancamiento "de mercado" para los mercados organizados de derivados
  6. Nacionalización europea de las empresas de bolsa
  7. Desapalancamiento "de mercado" para los mercados OTC
  8. Una política monetaria antiespeculativa (dos tipos de interés: para financiación y para especulación)
  9. Desconexión: controlar las relaciones entre la zona financiera europea y las zonas no reguladas


Pueden parecen propuestas duras, incluso brutales, pero no tan brutales como los efectos que la toma de control de la realidad económica y política por los mercados financieros está provocando.

¡No son los riesgos, estúpido, es la incertidumbre!

sábado, 13 de marzo de 2010
El gran tema de nuestro tiempo, se dice a menudo, es la gestión de los riesgos, y de esta forma se contribuye a confundir el problema y poner el foco en lo accesorio (los riesgos) en detrimento de lo fundamental, la incertidumbre.
La incertidumbre ha estado presente en todo momento a lo largo de la historia de la humanidad, pero quizás podamos decir que es a mediados de los cuarenta cuando adquiere una nueva dimensión.

Dos grandes potencias se reparten el dominio del mundo y encuentran una forma de gestionar el riesgo de conflicto bélico bastante imaginativa aunque bastante loca (M.A.D.). De esta forma el mundo entró en un plácido equilibrio. No había ningún riesgo de guerra, se trataba solo de convivir con una brutal incertidumbre sobre la supervivencia de la especie.

Knight estableció formalmente la diferencia entre riesgo, como algo medible, e incertidumbre, esencialmente inmensurable. Sobre esta magistral distinción la experiencia reciente nos permitiría añadir que es posible que haya muchas más incertidumbres y menos riesgos de lo que creíamos.

Podríamos ir incluso más lejos y reformular los conceptos de Knight de forma que los riesgos serían  impactos adversos que, siendo susceptibles de ser medidos, no sabemos medir más que de una forma rudimentaria, mientras que caerían dentro del ámbito de la incertidumbre aquellos que por su propia naturaleza ni siquiera son susceptibles de ser medidos.

La percepción que tenemos de los riesgos es muy distinta dependiendo de su naturaleza. Parece que estamos mucho más dispuestos a correr el riesgo de quedarnos sin trabajo ni ingresos durante un largo periodo de tiempo (evento realmente destructivo sobre nuestras vidas y con una probabilidad relativamente alta) que a volar por los aires en un vuelo comercial como consecuencia de un pasajero suicida (evento con un impacto realmente definitivo sobre nuestra vida, pero cuya probabilidad es absolutamente insignificante).

Las diferencias de percepción constituyen una de las principales fuentes de poder político si se gestionan adecuadamente y permiten que se obligue impunemente a casi desnudarse  a cualquier persona en un aeropuesto a la vez que se permite, de forma igualmente impune, reducir la plantilla de una planta industrial levantada con subvenciones públicas.

¡Cuidado con las pensiones!

jueves, 25 de febrero de 2010
Parafraseando libremente a Marx, un fantasma recorre el mundo: el fantasma de no cobrar tu pensión. En todas aquellas sociedades que se han dotado de un sistema de previsión social público, se aprovecha cualquier circunstancia para agitar el espantajo de la incapacidad del sistema para atender sus obligaciones futuras.

Es enternecedor ver el celo con el que personajes que, típicamente, no dependen de pensión pública alguna para contar con un futuro prometedor en el momento de su retiro (banqueros de inversiones, académicos reputados, consejeros de administración, y oligarcas en general) nos advierten sobre el peligro de que esos fondos, que tan incautamente estamos dejando que gestionen los esclerotizados, burocratizados e incapaces organismos públicos, desparezcan como por ensalmo.

Y es curioso que sean justamente los sistemas públicos los que más recelos despierten, siendo así que cuentan con algunas características que los hacen especialmente robustos. En primer lugar, en muchos casos son sistemas mixtos en los que una parte de la financiación procede de los ingresos tributarios.. Esto permite que en caso de necesitar más financiación, se resuelva vía una mayor contribución de la Hacienda Pública. Y esta contribución puede obtenerse fácilmente vía endeudamiento, si la situación de las finanzas públicas lo  permite, ó aumentando los impuestos.

Sin duda el paciente lector que haya llegado hasta aquí estará al borde de la lipotimia. ¡Endeudamiento público! , ¡anatema!. ¡Subida de impuestos! ¡blasfemia, herejía, vulneración de la ley natural!. Las finanzas públicas se gestionan en muchos aspectos como las privadas, y si se van a tener más gastos que ingresos a corto plazo la solución es el endeudamiento. Si el desfase entre ingresos y gastos es estructural hay dos soluciones igualmente válidas: recortar gastos ó aumentar ingresos.

Una segunda característica destacable es que estos sistemas en la mayoría de los casos, y singularmente en el caso español, no han sido gestionados de forma que se busquen altas rentabilidades asumiendo mayores riesgos.

Por último, la gestión de estos sistemas ha sido notablemente limpia ya que está sujeta a controles que son bastante más estrictos que aquellos a los que se sujetan las instituciones privadas pero sobretodo son incomparablemente más eficaces por una sencilla razón: la burocracia y centralización de estos sistemas llevan a que sea mucho más complicado que un grupo reducido de individuos utilicen los fondos para fines personales.

Entonces ¿de donde procede la inquietud de tantos proceres del mundo económico? ¿de la piramide de edad, heredera póstuma de la negra profecía malthusiana? ¿de sesudos cálculos actuariales que dan resultados bien distinos cuando se repiten pocos años después? la explicación es mucho más sencilla. Los fondos de pensiones públicos están fuera del alcance de los agentes que controlan los mercados financieros.

Estos fondos, que no son precisamente insignificantes, podrían estar generando pingües comisiones por su gestión y dando contrapartida a los vendedores de flamantes innovaciones financieras de alta rentabilidad y bajo riesgo (medido por entidades a sueldo de los propios emisores, evidentemente).

¿Se imagina alguien el juego que pueden dar 60.000 millones de euros del fondo soberano de reserva de la seguridad social española en los mercados financieros? Evidentemente si que se lo imaginan quienes se lo tienen que imaginar y ya se están dando los primeros pasos para que este dinero dinamice los mercados como es menester.

¿Sería buen momento para invertir en bolsa el fondo de reserva de la Seguridad Social? se preguntaban hace un año en finanzas.com. Se argumentaba que otros fondos públicos lo hacen. El ejemplo de fondo público que se menciona es el Noruego. Me parece un ejemplo excelente, porque cuando uno consigue el dinero a chorros (negros, más concretamente) perforando los fondos marinos es siempre más proclive a correr más riesgos.

Se adjuntan unos gráficos del IBEX y el Standard and Poor's 500 que, honestamente, yo no debo saber interpretar porque da la sensación de que el valor de estos índices en cinco años había sufrido una disminución de importancia.
Es enternecedor leer de corrido que cuando estos fondos públicos invierten en Bolsa la gestión la intermedian entidades financieras y que se ha consultado a una serie de personas y a todas les parece adecuado:

Las respuestas de una gestora de patrimonios, una gestora de fondos de inversión, un estratega de inversiones y un experto en fondos de inversión son concluyentes: Sí, es buen momento para empezar a invertir ese capital.
Fascinante: parece que hay gente a la que le gusta hacer negocio. ¡Quien lo iba a decir! ¡Non olet!

Los Mercados: juez y parte

martes, 16 de febrero de 2010

Una vez aceptado "mercados financieros" como único demiurgo social, queda por aclarar como se las apaña el "mecanismo" en cuestión para personificarse, como este equivalente financiero de skynet para tomar conciencia de sí mismo.

En Los Mercados existe una multitud de agentes, pero probablemente podamos clasificarlos en cuatro grandes grupos.

El primer grupo lo constituyen los que respresentan los intereses de economías emergentes con excedentes financieros (normalmente procedentes de la venta de petróleo, pero también de una cosa bastante arcaica denominada ahorro). El agente tipo es el fondo soberano ansioso de invertir allí donde haya una oportunidad.

El segundo son los controlados directa o indirectamente los gobiernos de las sociedades avanzadas, que de vez en cuando pueden intentar alguna maniobra defensiva. Su aportación estabilizadora puede que no sea tan importante como el que cumplen al cubrir las apuestas de los que acaban por ganar. Me gusta pensar que este grupo existe, pero que esté controlado por gobiernos no esta tan claro, especialmente si uno revisa la definición de wikipedia de Banco Central, repleta de protestas sobre su independencia y ausente de información relativa a intervenciones. En cualquier caso, una entrada que refleja el sentir de los tiempos

Un tercer grupo. de lejos el más importante, lo forman los que manejan cantidades masivas de recursos ajenos en defensa de los intereses de sus gestores (e indirectamente, en la medida en que no pueden evitarlo, los de aquellos cuyos recursos gestionan). Ni que decir tiene que cuanto más grande es la cantidad que manejan, más influencia pueden ejercercer sobre el mercado.

Aunque adopten formas variadas, son los mal llamados hedge funds, que no se cubren, sino especulan, y peor llamados bancos de inversión, porque si consiguen financiación para empresas y gobiernos lo hacen como subproducto de sus actividades de ingeniería financiera para las cuales necesitan un subyacente.

Y esto lo hacen no tanto porque muevan los precios, sino por el mensaje que mandan al resto de agentes, mensaje amplificado y coordinado con el de determinados medios de comunicación especializados. Especializados en representar intereses particuales, quiero decir.

El último grupo, pero no menos importante, lo forman los pequeños inversores que no existen a todos los efectos relevantes excepto uno: conjuntamente aportan una masa de recursos suficientemente grande y actúan con un nivel de información suficientemente pequeño como para que su papel en la absorción de perdidas en los momentos de turbulencia sea de gran ayuda.

Y no digamos si  suscriben fondos de pensiones. En 2005 ya se hablaba de la importancia que tendrían a la hora de  aportar combustible  para los hedge funds. Ni que decir tiene que en la presente crisis ha habido grandes pérdidas de capital de los bancos, que alguien a cubierto (los discolos gobiernos, que han tenido que endeudarse y por ello son ahora cuestionados) y no menos grandes de los fondos de pensiones. Estas las cubren sus partícipes, faltaría mas.

Dicho en corto, los pequeños inversores son fundamentales para Los Mercados, ya que pagan una parte importante de la factura sin  necesidad de tenerlos sentados a la mesa.

Es decir, cuando decimos "Los Mercados" en realidad hablamos de un selecto y reducido grupo de entidades anglosajonas con ejecutivos excelentemente pagados que lo que valoran, en definitiva, es como de dispuesto está un gobierno a vender las acciones de titularidad publica de una gran empresa de forma que ellos puedan intermediar la colocación en bolsa.

O como de proclive es a acabar con la sanidad pública, de forma que sus ciudadanos se ven obligados a contratar un seguro de salud, negocio lucrativo donde los haya, porque son los empleados de la aseguradora los que determinan en que coste se debe incurrir para mejorar la salud del asegurado, que pasa de esta forma a ser óptima mientras no se demuestre lo contrario. Y si se demuestra, seguro que el problema viene de antiguo y no está cubierto por la póliza.

Y que decir de los planes de pensiones, tradicionalmente atesorados por los avariciosos gobiernos de las sociedades avanzadas y usados ocasionalmente para sus propios fines, pero fundamentalmente desaprovechados. ¡Que rendimientos podrían dar en manos de los gestores adecuados! y lo que es más importante, ¡que comisiones podrían generar!.

El gobierno en cuestión debe ser también obsequioso con la enseñanza privada, tan importante en las primeras etapas de la formación, para convencer a los niños de que lo suyo es suyo y lo de los demás... podría llegar a ser suyo si es espabilado, y alejarles de cualquier veleidad solidaria con otros niños menos favorecidos que no conoce (de ellos se encarga la educación pública, para que puedan llegar a empleados de hamburguesería de provecho).

Y ¿que decir de las universidades? ¿que queremos? ¿que se conviertan en un hervidero de rebeldes que nos amarguen cualquier Mayo de estos?. Es fundamental que la Universidad forme para el mundo del trabajo, que se asimilen los valores básicos de la meritocracia entendida como "si ha triunfado será porque se lo merece". Que se entienda que un buen trabajo es un trabajo bien remunerado. Que se acepte que una empresa privada es muy libre de hacer lo necesario para ganar más dinero, aunque ello pase por su propia desaparición, para no hablar de la de sus empleados.  Crew: expendable.

Que se comprenda, en definitiva, que todos tenemos que hacer nuestros deberes. Y los Estados también. El deber de no interferir en la vida de sus ciudadanos, que no es más que un enorme conjunto de negocios.

¡Como pueden seguir diciendo que non olet.!

España no ha hecho los deberes

sábado, 13 de febrero de 2010
Parece ser que "España no ha hecho los deberes" de la misma forma que antes no los hizo Grecia, o una década antes Rusia o Singapur.

Es probable que más de uno, al leer la lista anterior, haya pensado que no se puede comparar a España con la Grecia tramposa que ocultó su deficit y engaño a Eurostat. Menos aún con la mafiosa nueva Rusia o la exótica autocracia del sudeste asíatico.

Este pensamiento nos mete de cabeza en la trampa, al pasar por alto un pequeño detalle que es crucial. En nuestra infancia no haber hecho los deberes constituía un serio problema. Los deberes que alguien te ponía (o mejor dicho, imponía), tu debías hacer y ese alguien te corregía.

Y cuando se trata de una nación soberana constituída por millones de individuos, con una sociedad, historia y costumbres, un sistema político, una telaraña de afectos, conflictos, deseos, anhelos e intereses ¿quien es el titánico maestro que se atreve a poner deberes?. ¿La ONU?, ¿Los omnipotentes USA?, ¿La emergente China?, en el caso de los paises de la unión ¿La Comisión Europea?.

La respuesta correcta es ninguno de los anteriores: Los Mercados. Así, en mayúscula. Y ¿quienes son los mercados? Si acudimos al Wikipedia (gracias, amigos) podemos ver se entiende por Mercado cualquier "conjunto de transacciones o acuerdos de negocios entre compradores y vendedores". Es evidente que para un conjunto de transacciones poner deberes no debe ser sencillo y además, que demonios, cualquier conjunto de transacciones todos sabemos que no es un mercado.

Mercado era el enorme y aromático edificio al que iba con mi abuela a olfatear pescadillas y fresas. A sorprenderme con el olor dulzón de la carne de vaca y el punzante de las muy españolas variantes en vinagre, el terroso de las patatas, y el olor a algas de los cangrejos. Y estos olores venían acompañados de un festival de colores que a mi me parecía impresionante hasta visité mi primer mercado asíatico y comprendí que Madrid es fundamentalmente una ciudad sin color, incluso en sus mercados.

Eso era un mercado, hasta que llegaron los expertos en mercadotécnia y lo redefinieron como "organizaciones o individuos con necesidades o deseos que tienen capacidad y que tienen la voluntad para comprar bienes y servicios para satisfacer sus necesidades" y se subieron a la cima del mundo donde permanecieron unas cuantas decadas. Pero hoy es evidente que esos mercados han perdido toda relevancia. Solo quedan LOS MERCADOS, los únicos. Los financieros.

Y ¿que son los mercados financieros? Ni más ni menos que "un mecanismo que permite a los agentes económicos el intercambio de activos financieros". He aquí una de las cumbres del genio humano: hemos creado un mecanismo que nos pone deberes. Varios siglos de lucha para escapar de la voluntad de los Dioses han permitido que por fin gocemos de la libertad de estar sometidos a unos mecanismos que gozan de voluntad propia. ¿De verdad non olet?

"Turbocapitalismo" Eduard Luttwak (1ª ed. 1998)

viernes, 12 de febrero de 2010

Turbocapitalismo. Quienes ganan y quienes pierden con la globalización es un libro en el que se expresan con claridad meridiana los fundamentos y consecuencias de este movimiento político predominante en nuestros días.

Frente al protagonismo de la globalización, uno de sus pilares fundamentales, hay otros dos más ocultos y mucho más importantes: la privatizacion y la desregulación. Sobre estas bases se transforman las sociedades al servicio de una nueva economía implacable, una economía que las disgrega en individuos y encuadra a cada uno de ellos en uno de los tres grupos que produce la tradición calvinista subyacente: ganadores, perdedores y excluidos.

Los tres grupos se han ganado lo que tienen, pero los del tercero no lo aceptan y se rebelan, y en consecuencia deben ser cuidadosamente dejados al margen del sistema, preferiblemente encarcelados.

Hay multitud de pasajes notables: el prohibicionismo compulsivo de una sociedad formada por individuos sometidos a una inseguridad total, la caracterización de la economía rusa, en que se huye de arquetipos y se pone de manifiesto la formidable potencia de su economía real y el hecho de que el peso de las mafias también ha sido considerable en otras economías en tiempos de crisis (alemania e italia de la posguerra)...

También es reseñable la lectura sobre la gestión de la crisis japonesa que, lejos de ser un fracaso, medida con los parámetros tradicionales de crecimiento, ha sido un éxito si nos atenemos a la prioridad del sistema japones, que es el mantenimientodel empleo.

Con todo, si tuviera que elegir una cita, aquí tenemos una notable predicción (pag. 231):

Con todo, es innegable que el déficit de información de las finanzas globales realiza su propia contribución gratuita a los desórdenes periódicos de las finanzas de Rusia y de otros muchos paises.

Cada vez que eso ocurre, se retiran precipitadamente fondos que tal vez habrían sido altamente productivos y se suben las tasas de interés más allá del nivel en que deberían estar, con lo que se trastoca el equilibrio de las finanzas públicas y se perjudica a los prestatarios privados, quiza hasta el punto de llevarlos a la bancarrota. A veces los efectos son más graves: pequeñas crisis se transforman en crisis grandes y crisis grandes en otras aún mayores. En un futuro más o menos cercano, un efecto domino desastroso - quiza debido a una mala información - provocará la bajada de Wall Street junto con otros mercados financieros grandes y sólidos que atemorizara ligéramente a los inversores y a los solicitantes de pensiones en el mejor de los casos o provocará una recesión global en el peor de ellos. Al no tener fin la ignorancia natural y al ser los mercados intrínsecamente inestables, la única solución posible es la creación de algún tipo de organización de observación dotada de poderes para intervenir inmediatamente. Cada mercado financiero nacional está sujeto a algún tipo de supervisión oficial a menudo estricta, y cada mercado de valores y de mercancias independiente está sujeto al control de una autoridad con poder, entre otras cosas, para paralizar el comercio en momentos de pánico completamente irracional. Irónicamente, el único mercado financiero que no tiene supervisión oficial ni autoridad que lo controle es el global, el más vulnerable a la mala información y a la histeria. No puede durar sin que bien ocurra un desastre mayúsculo o bien se dote de algunas protecciones efectivas; o, más probablemente, sin que suceda primero lo uno y luego lo otro.

Non olet: el curioso negocio de la orina en Roma

miércoles, 10 de febrero de 2010
En este blog pueden consultarse los variados usos que los romanos daban a la orina recolectada en las letrinas

Riesgo

La voz " Riesgo" procede, a través del italiano, de un vocablo del árabe clásico: rizq "lo que depara la providencia". ¡Triste ayuda para nosotros, herederos de Nietzsche!

Al buscar definiciones de riesgo ocurre algo que debería dar  que pensar a los economistas, porque  la que más me convence la encontramos en una monografía sobre riesgos en la que, muy significativamente, no hay ninguna alusión a los riesgos económicos o financieros. De acuerdo con esta monografía entenderíamos por riesgo:

La probabilidad de que suceda un evento, impacto o consecuencia adversos. Se entiende también como la medida de la posibilidad y magnitud de los impactos adversos, siendo la consecuencia del peligro, y está en relación con la frecuencia con que se presente el evento.

Esta monografía parece más orientada al concepto de hazard que al de risk, aunque al buscar definiciones de ambos se ve que nos nada fácil deslindarlos. El riesgo y el peligro parecen estar estrechamente emparentados

Interesante es la clasificación de tipos de riesgos establecida por el German Council for Environmental Change (caracterizada con tipos clásicos: Damocles, Cíclope, Pandora, Casandra, Medusa y Pitia) y recogida en este curioso blog de antropología.

Pecunia Olet

sábado, 6 de febrero de 2010
En contra de lo que afirmaba Vespasiano, pecunia olet.

Rafael Sánchez Ferlosio, en su magnifico ensayo "Non olet", nos recuerda como respondió Vespasiano a su hijo Tito cuando este le recriminó que se lucrara con el uso de los urinarios públicos a través de un impuesto:

"lucri bonus est, odor ex re qualibet. Pecunia non olet"

El olor del lucro es bueno, sea cual sea su procedencia. El dinero no tiene olor, respondió quien, sin saberlo, se convertía con esta aguda respuesta en el pensador por excelencia del siglo XXI.

De esta forma se han ido generando lucros con sus consiguientes olores a lo largo de los siglos que, aprovechando una peculiaridad del olfato humano, han inundado el mundo de un hedor que muy pocos ya perciben.

Al igual que cuando usamos siempre una misma colonia terminamos por no olerla, estar rodeados de ilustres y opulentos apestados nos a llevado a no percibir el peculiar olor que despiden.

A fuerza de escarbar y remover las letrinas del capitalismo para extraer hasta el último denario cuyo olor no importa, se ha terminado por convertir el mundo en un inmeso corro de bolsa que huele, y mucho. Huele a avaricia y miedo.







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