¡Por fin aparecen los culpables de la crisis, y pagarán por ello!

viernes, 2 de julio de 2010
Después de tres años de penurias y sobresaltos, de conmociones sin número, después de cientos de miles de millones de ayudas a entidades financieras de toda laya, de estricto racionamiento del crédito, de tipos de interés ficticios para una liquidez inexistente, de agencias de rating inesperadamente pesimistas, después de todo esto, por fin hay un atisbo de claridad: la culpa es de los asalariados.

La clase trabajadora de los países desarrollados, de natural avariciosa, lleva años disfrutando de un porcentaje de la renta nacional cada vez menor, pero insuficientemente decreciente. Si lográsemos que se redujera todavía más, no hay duda de que todos nuestros problemas económicos desaparecerían.

Al menos este es el diagnóstico de los sacrosantos "mercados" de los que hablábamos en una entrada anterior. No es de extrañar, porque se nos están yendo en salarios unos recursos que los mercados necesitan perentoriamente para que continúe la fiesta.

¡Qué lejos queda el capitalismo fordista, que descubrió como extraer toda la plusvalía posible de los trabajadores convirtiéndolos además en consumidores!. Para aquel modelo las subidas salariales eran una condición necesaria para la expansión del sistema pero, tal y como ilustra frédéric Lordon de forma magistral, surgió un nuevo modelo de capitalismo que podía mantenerse con salarios bajos y decrecientes. Solo era necesario convertir a los consumidores en deudores, y deudores en una escala colosal.

Fue cuestión de tiempo que se descubriera una nueva forma de obtener fabulosas plusvalías sin necesidad de consumidores: bastaba con centrar la actividad en los mercados financieros y obtener fabulosas ganancias con transacciones financieras sin ningún tipo de conexión con el mundo real, y así se llegó al punto en el que estamos, en que es perentorio desproveer a los trabajadores de cuantos recursos sea posible, para poder allegarlos a taponar los agujeros de un edificio financiero en ruinas.

Habrá huelgas, pero también servicios mínimos, quizás no se cumplan, pero habrá poderes políticos los suficientemente inteligentes como para usar estos incumplimientos para demostrar que ... ¡los huelguistas son unos insolidarios!.

¡Como son los pobres, que no son capaces de repartirse las migajas! ¡A ver si aprenden de los ricos, que despedazan el mundo en grandes tajadas y se lo reparten ordenadamente!. ¡Que venda Grecia sus islas!, ¡tasemos los monumentos italianos de cada a un colosal home equity estatal!, ¡Recurra España a lo que pueda (¿prostitución infantil?)!, pero alimentemos al monstruo para que pueda seguir creciendo.

O eso, o cerremos unos mercados que no cumplen con su función de proveer de recursos propios a las empresas, y nacionalicemos unas entidades crediticias que, menos dar crédito, hacen de todo.

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